- Primero hay que hablarles a los hijos, ndaje. Después, un akãpete no hace mal, he’i hikuái
Por su parte, el jefe policial de Ñemby, comisario Cándido Ramírez, aclaró que la “jornada de reflexión” de G. “fue un caso aislado”. Pero, recordó que está en vigencia una ordenanza municipal ñembyense donde se establece que, después de salir del colegio, los estudiantes con uniforme pueden permanecer máximo 15 minutos en la plaza central de la ciudad. Pasado este plazo, los canas los llevan a la comisaría y llaman a sus padres o encargados y les entregan sus hijos.
Doña Mirta Barrios, vecina de Ñemby y mamá de 4 hijos, de entre 18 y 4 años, dijo que nunca se vio obligada a mandar “apresar” a sus retoños y que siempre usó castigos “morales” para corregirlos. A su vez, ña Carmen González, también de la citada ciudad y con dos memby karia’y, de 13 y 17, aseguró que el ñembuepoti no es el mejor camino para educar. Finalmente, Arminda Aguayo, vendedora y sy de 8 criaturas, de entre 22 y 4 años, mencionó que nunca tuvo mayores problemas con su familia.
Todas estas mamis admitieron sin embargo, que la onda de enviar a los akãhatãkuéra a la comisaría para tranquilizarse sería un “último recurso”.
No a la crueldad
El capeto en psicología infantil, licenciado Mario Torres, he’i avei que “hay que analizar siempre porqué se descontrola un niño. Los castigos tienden a poner límites a las situaciones de extralimitación de los niños y adolescentes. Y los castigos físicos son crueles. No es conveniente y es absolutamente angustiante para el niño”. Entendea.
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