domingo, 7 de febrero de 2010

Tres fantasmas no dejan en paz a “matafuegos”

  • Las apariciones ya hicieron rajar a una partida de los apagafuegos.
  • Hay otros que nunca duermen solos en los dormitorios.
  • Otros prefieren amanecer afuera nomás.

Los apagafuegos de la 5ª Compañía “Lambaré” del Cuerpo de Bomberos Voluntarios del Paraguay, así como ocurre con sus otros camaradas, tienen muy poco tiempo para divagar con la imaginación. Sin embargo, en la privacidad de su cuartel, casi en el centro de la Comuna lambareña, sobre la concurrida avenida Cacique Lambaré, ellos conviven desde hace doce años con extrañas manifestaciones y apariciones que solo pueden ser calificadas como fantasmagóricas.

Sin embargo, los bomberos de esa unidad se resisten a relegar esos relatos al ámbito de meras leyendas urbanas. El propio comandante de la compañía, capitán mayor Vicente Caballero, admite con cierta reserva que “se sienten ruidos, se siente como una presencia”.

Dicen que hay tres entidades que en forma esporádica, en estos 12 años, se manifiestan dentro del cuartel: una criatura que siempre llora, una enfermera y una sombra negra sólida, con ojos amarillos, que asemeja la figura de un hombre. Todos y cada uno de los combatientes tienen una anécdota para contar. Todos lo hacen con naturalidad, como si hubiesen aprendido a vivir con las energías del más allá.

Pero, no es tan fácil. “Hay voluntarios que ya no duermen en los dormitorios, hay bomberos que no volvieron nunca después de tener una experiencia y hay bomberos que, cuando están de guardia, prefieren amanecer afuera, en el patio del cuartel”, señaló el comandante Caballero.

Décadas atrás, cuando la avenida Cacique Lambaré ni siquiera estaba empedrada, cuando era todavía un camino de tierra, el edificio que ocupan hoy los bomberos lambareños fue la sede de una clínica médica, donde se piensa que se produjeron algunas muertes.

Dos meses atrás, en horas de la noche, el bombero voluntario Fernando Varela entró al baño y al salir se encontró frente a frente con una sombra negra con ojos amarillos. Se miraron el uno al otro y el apagafuegos salió corriendo hacia el frente del cuartel. Ahora, Varela ya no entra solo al cuartel.

Las apariciones nunca terminan. Los bomberos aprendieron a convivir con ellas.

Se repite

Los casos relatados por los bomberos lambareños son más comunes de los que uno pueda creer. En Internet existen muchísimos relatos de hechos similares en otros países.

“Tenemos nuestros santos”

El bombero voluntario, teniente 1º Edilberto Acuña, no duda en señalar que “quien más, quien menos vio algo. Hace 12 años que estamos aquí. A veces tenemos encuentros de camaradería, los cuales terminan sí o sí a la medianoche. En una de esas reuniones, después de que se hizo el silencio, yo fui a acostarme al dormitorio. En un momento escuché que alguien golpeaba la puerta. Era un ruido fuerte. Cuando abrí la puerta, vi dos sillas que parecían moverse solas. Me asusté tanto que volví al dormitorio, solo que ya no pude dormir más. Aquí todos tenemos nuestro santo, a quien nos encomendamos. Les pedimos que nos protejan para que no nos suceda nada”.

Testimonios

Secretaria nunca regresó
- Vicente Caballero, Comandante

El comandante de la 5ª Compañía, capitán mayor Vicente Caballero, relata que en noviembre del año pasado se preparaba la fiesta de fin de año. Dijo que una chica de nombre Celeste comenzó a trabajar como secretaria, haciendo los trabajos de preparación. “Un día ella estaba sola. Entonces, salió aquí al frente del cuartel y escuchó como la voz de una criatura que decía su nombre desde adentro. Pensó que era nuestro vecinito “Ibu” y volvió a entrar. Como no encontró a nadie adentro, volvió a salir al patio y ahí sí se encontró con “Ibu”. Ella nunca volvió al cuartel”.

Vendedora se asustó y rajó
- Leonardo Estigarribia, Combatiente

El combatiente Leonardo Estigarribia relató que una vendedora llegó al cuartel no hace mucho. “Era de mañana y le atendí en el pasillo y ella me ofreció sus productos para mi novia, según ella. Yo le dije que no, para despacharla rápidamente. Entonces, ella preguntó si no le podía ofrecer a la chica que estaba adentro”, dice el apagafuegos. Desde donde estaba la mujer podía ver la sala de guardia, a través de un balancín. Estigarribia sabía que estaba solo. Le dijo eso a la chica y ella se rió, pensando que le mentía. “Y ella ahí adentro” -me dijo– “y medio caraduramente entró a mirar en la oficina de guardia. Cuando vio que no había nadie ahí, se puso blanca del susto”.

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