sábado, 31 de julio de 2010

El tiempo no hizo callar a las almas del Ykua Bolaños

  • Según vecinos, manifestaciones son constantes y permanentes. 
  • Parecen voces, ruidos o cuadros que se caen. 
  • Muchos ya rajaron de un edificio vecino a las ruinas del ex súper.
Los inocentes que, seis años atrás,  perdieron sus vidas en la tragedia del Ykua Bolaños siguen gritando de dolor en el más allá, tal vez no tanto por semejante desgracia, sino por la injusticia que los mató. O al menos, esa es la interpretación de algunas personas acerca de este feroz incendio que liquidó a casi 500 personas. Varios vecinos de la gigantesca tumba de cemento, hoy convertida en lugar de rezos y veneración, aseguran que ahí hay movimiento de almas en pena.
Voces que parecen pedir socorro, ruidos raros, cuadros que parecen caer al piso. Todas esas manifestaciones fueron comentadas por varios inquilinos de un edificio de apartamentos, el cual está al lado mismo de las ruinas del Ykua Bolaños. Eso lo asegura Juan Domínguez, un mecánico que tiene un taller justo en ese lugar, entre el edificio del siniestrado supermercado y una bodega donde inclusive una vez apareció un fantasma.
“Aunque yo personalmente nunca vi nada. Pero, escuché que los inquilinos de este edificio comentaban constantemente acerca de este tipo de manifestaciones, he’i Domínguez. Tras lo cual agregó: “Esos ocupantes ya se fueron todos de aquí.”
Providencia. Ahora, si el relato de Domínguez es curioso, la historia contada por Eligio Fariña, abogado y periodista, es para creer nomás luego en la Divina Providencia. El karai es vecinoite del Ykua Bolaños, pero por el sector que era el ingreso de los proveedores del supermercado y cuyo portón permaneció cerrado el día del siniestro. Según palabras de Fariña, no solo él y su familia se salvaron por “coincidencia” de morir ahí, sino que, además, hubo más “casualidades”.
Premonición. Fariña contó que el sábado anterior al incendio, estaba en el balcón de su casa, mirando hacia el movimiento de vehículos de los proveedores del Ykua. “Entraban y salían. Y recuerdo que cuando eso dije: ‘Pensar que esto alguna vez tiene que terminar’. Pero, era una reflexión filosófica, todos tenemos que terminar alguna vez”, expresó Fariña. Menos de 24 horas después de ese pensamiento, el Ykua se convirtió en un infierno.
Portón. Otro detalle comentado por Fariña se refiere al portón de acceso de proveedores. “Normalmente, de lunes a sábados, el portón estaba abierto de 6 de la mañana hasta las 18 horas. Y los domingos estaba abierto de 6 a 12. Era mi reloj despertador. Y justo ese día no se abrió. Recuerdo que le dije a mi mujer: ¿Por qué será que no abrieron hoy el portón?”, añadió.
Invitación. Ya, el día del siniestro, la suegra de Fariña llamó a invitarlo a él y al resto de la familia para pasar el día en Aregua. “Normalmente, yo solía rechazar esas invitaciones. Pero, ese día, no sé por qué, acepté inmediatamente. Yo acostumbraba a almorzar en el Ykua Bolaños porque ahí era como un centro social aquí en Trinidad. Pero, por ese hecho de aceptar la invitación de mi suegra, mi y familia y yo salvamos nuestras vidas”, señaló.
Flashback. Cosa de una semana y media antes del siniestro, un ingeniero, cuñado de Fariña, trajo hasta la casa de este último unas herramientas de construcción, las cuales nunca acostumbraba a dejarlas ahí. Entre esas herramientas estaba una escalera de madera.
Infierno. El día del holocausto, la suegra de Fariña lo invitó a almorzar. Tras aceptar la invitación y organizar la visita, Fariña pidió a sus hijos para comprar gaseosas en el supermercado. “Después, a eso de las 10 de la mañana de aquel domingo 1 de agosto del 2004, pedí a mi hijo que fuera a comprar gaseosa del súper. Y como él siempre se encontraba con sus amigos ahí y por eso tardaba mucho en regresar, le pedí a mi hija para que se fuera con él y que volvieran enseguida para irnos a Aregua”, explicó.
“Ellos entraron al súper a eso de las 10:20. Se encontraron con algunos amigos y se disculparon porque no podían quedarse más tiempo. A las 10:40, mis hijos salían del lugar. Menos de 10 minutos más tarde, ya íbamos hacia Aregua”, precisó.
Candadeado. “Más tarde ese día, mi hermana (Ada Fariña, médica y Coronel SR de Sanidad Militar) me contó que ella llegó aquí minutos después de comenzar el fuego. Nunca ese portón de acceso de los proveedores estaba cerrado. Enseguida, llego también un guardia de seguridad del supermercado y no pasó mucho antes de que llegara también una patrullera que sería de la comisaría 12”, añadió.
“Mi hermana le pidió al guardia su pistola para disparar contra el candado del portón, para abrirlo, pero él se negó. Como ella insistió, no sé que pasó, la patrullera rajó del lugar. El guardia se quedó solo y los vecinos comenzaron a rodearlo. Mi hermana siguió insistiendo para que le de el arma y disparar contra el candado. El guardia habrá tenido miedo y también rajó del lugar”, dijo.
Fue cuando usaron la escalera de madera que había traído el cuñado de Fariña. “Creo que siete personas consiguieron subir por ella y escapar con vida. Pero después la escalera se rompió. Ahí se tuvo que abrir un boquete en la muralla para que pudiera salir más gente. Pero si ese portón hubiera estado abierto, mucha más gente pudo haber salvado su vida”, finalizó.

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